”…Sí lo soy, Ana…”
Sacó otra cerveza del refrigerador, la séptima para ser exactos. Aún no estaba tan fría, no tenía lo suficiente adentro como para estarlo, pero poco importaba.
Tomó el imán en forma de calavera que ocupaban para destaparlas y procedió a hacerlo. Dio un trago y sintió como poco a poco se apagaba esa necesidad en su cabeza de pensar. Los diálogos, las imágenes, todo se desvanecía, las palabras se perdían en un eco de disco que se raya y que va perdiendo el ritmo…
”…Sí lo soy…”
La noche era cálida, con algunas ráfagas de aire que hacían el clima más llevadero. No pudo evitar pensar si aún así usaría suéter. Seguro sí, a diferencia de él, ella podía usar un suéter a más de 30 grados.
César siempre había sido muy caluroso. Se jactaba de llevar shorts aún en otoño, cuando el viento empezaba a enfriar y comenzar a usarlos desde Febrero, cuando el viento aún era frío. Esa noche no era la excepción.
Así era él.
Disfrutaba de ser el más intrépido de sus amigos, el más deportista, el más estudiado. Sabía que sus amigos envidiaban su físico, su agilidad mental y su suerte.
Como cada jueves, estaban reunidos para jugar juegos de estrategia en casa de uno de sus mejores amigos. Y como cada jueves o al menos en la mayoría de ellos, seguramente él saldría victorioso. Y si no era el caso, no le preocupaba tampoco, porque le llenaba de orgullo saber que sus amigos habían tenido que unir fuerzas para vencerlo.
Sonrió. Sonrió.
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